Blogia
mgdo

REFLEXIONES

El abandono escolar ya pasa factura

El abandono escolar ya pasa factura

El día 4 de este mes aparecía publicado en "El País" este artículo que me parece interesante que conozcais. Aquí se muestra resumido para haceros más fácil la lectura:

Muchos jóvenes que dejaron las aulas en busca de empleo fácil en turismo y construcción se encuentran hoy sin título y sin trabajo - La crisis fuerza a decenas de miles a volver a clase

El abandono escolar, una opción que se hizo fácil en la España del turismo y la construcción, empieza a pasar factura. El trabajo ya escasea, y los jóvenes se encuentran ahora sin empleo, y además sin cualificación.

Los datos se despachan rápido: El 31% de los adolescentes en España no aprueban la ESO. El otro 69% continúa, pero un 28% de ellos no conseguirá un título de bachillerato o FP de grado medio. La tasa de los que abandonan en esa etapa es más dramática en hombres (35,8%) que en mujeres (23,8%), y en total dobla la media europea. Sólo Portugal y Malta están por detrás de España.

En la Escuela de Adultos de Mazarrón, Murcia, no cabe un alma desde hace tres años. Este curso, 40 personas quieren asistir a la clase que prepara para la obtención del título de la ESO, pero diez tendrán que esperar un año más. No hay tantas plazas, ni otros centros para mayores en la zona. Esta invasión estudiantil no se entiende sin hablar de la crisis económica.

En Mazarrón, una localidad turística de 29.000 habitantes, nada es lo que era. Los eternos veraneos en la playa han pasado a la historia, hay un parón evidente en el ladrillo, son ya pocos los que trabajan a destajo los tres meses de verano para vivir el resto del año y en primavera no hay carteles demandando camareros. El paro, antes inexistente, acecha.

Por miedo al paro o a perder oportunidades, este curso los adultos están volviendo a clase: 138.000 adultos están estudiando en busca del graduado escolar. Son 22.500 más que hace cuatro años. 11.500 quieren entrar en la Universidad (2.000 más); 14.000 quieren hacer las pruebas de acceso para la FP superior (el doble ahora). Además, 35.000 (15.000 más que entonces) asisten a talleres.

"El abandono escolar prematuro es muy grave porque cada vez la formación se va a valorar más", opina Ferrán Ferrer, coautor del anuario Estado de la educación en Cataluña 2006, de la Fundación Jaume Bofill. Y de la gravedad de la situación parece haberse dado cuenta la ministra del ramo, Mercedes Cabrera.

La mayoría de los chicos desertaban de los estudios no para aportar dinero a casa, sino porque resulta muy atractivo optar por el empleo fácil -mayor cuando más bajo sea el nivel socioeconómico de su familia-. O al menos ha sido así hasta la crisis.

"No necesitar cualificación para trabajar ha sido una característica común nuestra con el arco Mediterráneo, pero también con California y Miami", cuenta Juan José Martínez, director general de Universidades de Canarias. Pero la situación está cambiando.

"Muchos dejan de estudiar un par de años y vuelven. Se dan cuenta de que tienen un trabajo que no es de su agrado y no pueden optar a otro. Notamos que están retornando desde hace tres o cuatro años", explica Montserrat Vallés, directora del Instituto Jaime I de Salou (Tarragona). A este instituto llegan estudiantes de más de 18 años que han aprobado las pruebas de acceso a Ciclos Formativos de grado medio de Formación Profesional. "Estudian para administrativo, atención sanitaria o para educación infantil. Áreas en las que saben que hay empleo", continúa la directora.

"Un primer tema es el valor otorgado a la educación. Si la sociedad, las familias y las empresas no transmiten a los jóvenes que estudian el mensaje de que van a poder acceder a un mejor trabajo, vamos mal. Y tiene que haber una repercusión por este esfuerzo con un mejor salario y un trabajo acorde a lo estudiado", prosigue Ferrer, convencido de que el fracaso se inicia en primaria.

Los chicos pronto se dan cuenta de que sin cualificación la experiencia laboral no se acumula. "A los 17 años, un adolescente balear puede ganar lo mismo que un universitario vasco de 26 años mileurista. Pero cuando pasen tres años, él seguirá con casi el mismo sueldo y el del vasco será bastante mayor", razona Mercedes Esteban, vicepresidenta de la Fundación Europea Sociedad y Educación.

El nivel de estudios de la madre era antes determinante en el abandono de los hijos -a menos preparación, menor afán de que el niño estudiase-, pero ahora no condiciona tanto: en diez años se ha multiplicado por cuatro el porcentaje de chicos cuyas progenitoras cuentan con estudios medios (el 35%) o universitarios (más del 4%). "Los padres apenas ven a sus hijos. Y el poco tiempo que los ven no lo pasan haciendo un seguimiento de sus deberes, sino viendo la televisión", se lamenta Montserrat Casas, rectora de la Universidad de Baleares.

El beneficio por permanecer más tiempo en el sistema educativo no se hace patente hasta que se completan los estudios superiores. Esto provoca un escalón demasiado alto para los que cuentan con menos recursos. Aunque las diferencias salariales se están acortando. En 1997 alguien que sólo tenía el graduado escolar ganaba un 73% menos que un licenciado. Nueve años después les separa un 47%. En Estados Unidos o Reino Unido el sueldo es el doble.

"Los alumnos vienen orientados por el INAEM, el ayuntamiento, los centros de secundaria...", cuenta Mariano Fernández, profesor de la Escuela de Adultos de Mazarrón. "Dejan las clases un 30%. Tienen muy poca base y se desaniman cuando ven el nivel de exigencia". El graduado se puede aprobar por partes, pero para los retornados resulta difícil. "Antes se sacaba en octavo de EGB y casi lo regalaban. Pero ahora son dos cursos académicos más y se nota mucho. Se desesperan con una ecuación de segundo grado", plantea el maestro de Mazarrón.

Eva Almunia, secretaria de Estado de Educación y Formación en relación con este tema comenta: "El sistema tiene que ser flexible, con pasarelas, para que se reincorporen al estudio aquellos que se fueron, pero eso no puede significar que se rebaje el nivel. La titulación de secundaria es la misma para quieren quiere seguir el bachillerato y quien no. No se puede discernir".

¿LE IMPORTA A ALGUIEN NUESTRO NIVEL EDUCATIVO?

¿LE IMPORTA A ALGUIEN NUESTRO NIVEL EDUCATIVO? TRIBUNA: CAYETANO LÓPEZ
¿Le importa a alguien nuestro nivel educativo?

Sabemos, gracias a los informes PISA y otros estudios similares, que el nivel educativo de nuestros jóvenes en el tramo de educación secundaria se sitúa entre los últimos de los países de la OCDE en materias que se consideran básicas para su maduración intelectual, en particular matemáticas y lengua. En el mismo sentido cabe entender otros indicadores como el número de repetidores en ESO y Bachillerato. Entiéndase, el nivel medio de nuestros jóvenes ha mejorado considerablemente respecto del de épocas en las que los alumnos con el título de bachillerato eran una minoría; y las diferencias entre los que tienen mejores calificaciones y los que las tienen peores no son elevadas, si las comparamos con el resto de los países analizados. El sistema educativo español ha sido eficaz en dotar de un nivel mínimo a todos los estudiantes de secundaria, con independencia de su procedencia social o territorial, pero muy poco eficaz en estimular a los mejores de ellos, en proporcionarles medios para que avancen en la medida de sus posibilidades y no se sientan sumergidos y arrastrados por la mediocridad general. Y no olvidemos que los resultados de los estudios del tipo PISA dependen de las prestaciones de estos últimos (del mismo modo que los premios Nobel, la innovación tecnológica o los descubrimientos que abren nuevos campos del conocimiento).

Ante esta situación de medianía generalizada se hacen diagnósticos sobre lo que ocurre en nuestras escuelas y se intenta buscar remedios. Normalmente, se piensa en modificaciones en la estructura de los centros de enseñanza, desde los planes de estudios a las pautas de actividad docente, el encuadre de los alumnos en grupos siguiendo tal o cual criterio, o nuevas técnicas y actitudes del profesorado que incorporen una atención más personalizada según gustos y aptitudes. Sin embargo, pienso que todos estos esfuerzos, meritorios como son, e imprescindibles, tendrán poco éxito porque hay fuerzas profundas en la sociedad española que militan en dirección contraria.

En nuestra sociedad, los estudiantes con capacidad, motivación y ganas de estudiar no tienen el menor incentivo. Todo les induce a ocultar esas cualidades y no desarrollarlas, mientras que gozan de un ambiente más receptivo los que son ingeniosos a la hora de evitar el esfuerzo en la escuela y consiguen esquivar o ignorar las tareas que proponen los profesores. No es infrecuente que los padres de un muchacho estudioso se preocupen por los posibles inconvenientes que éste pueda sufrir si se conocen sus buenas notas, mientras que es más infrecuente que se preocupen por lo contrario. Todos los mensajes que los jóvenes reciben del entorno social, y especialmente de quienes más influencia tienen sobre ellos, van en el sentido de jalear las actitudes que se asocian tradicionalmente al pillo, al que se "fuma" las clases, al que hace "chuletas" o consigue puntuaciones que no merece. Cuando un cantante con gran predicamento sobre los jóvenes cuenta en televisión que este tipo de conductas es lo propio de esa edad y que él (o ella) así lo hacían en sus tiempos, y que les ha ido divinamente en la vida sin dar golpe en la escuela o el instituto, están reduciendo a escombros los esfuerzos de miles de profesores. Y quien dice cantantes, dice también deportistas, actores, presentadores u otros personajes con presencia pública (cada cual puede hacer su lista particular) que se muestran solidarios y hasta entusiastas con conductas poco recomendables en términos de aprovechamiento escolar. En resumen, personas que ejercen una enorme fascinación sobre las mentes más jóvenes, y con frecuencia se convierten en ejemplos a imitar, proponen justamente el modelo de comportamiento en la escuela que garantiza el fracaso en cualquier evaluación de nivel académico.

Yo he escuchado a un locutor de radio, no especialmente insensato, reírle las gracias a un chico que contaba cómo evitar el aburrimiento de estudiar algo tan absurdo como matemáticas y otras materias, "pues claro, chaval, eso es lo que hemos hecho todos a tu edad", decía, mientras un coro de risas cariñosas de otras personas presentes en el estudio, igualmente sensatas, acompañaba estas palabras. Así, el chico en cuestión se sentía importante y justificado en su conducta, y recibía la complicidad nada menos que de personas admirables que habían triunfado en la vida. Por cierto, la palabra "chaval" se suele utilizar siempre en contextos de comprensión y justificación de conductas supuestamente típicas de la adolescencia o juventud, nunca en contextos negativos o reprobables (como quemar mendigos o apalear inmigrantes, en cuyo caso se habla de "menores" o "adolescentes" así que cuando esa palabra aparece ya puede saberse que, sea cual sea la acción que se comente, contiene una indicación para justificarla o incluso aplaudirla. Lo frecuente es que los "chavales" se ufanen de sus trucos y habilidades para no estudiar, y sean "comprendidos" por los adultos en una actitud de halago que en realidad oculta la falta de confianza en las capacidades y en la responsabilidad de los más jóvenes. Por el contrario, resulta un poquito embarazoso, incluso cargante, el chico o la chica (normalmente no "chaval" estudioso, trabajador e intelectualmente inquieto. Nuestra sociedad, sobre todo en los ámbitos con más glamour juvenil o en los que se quiere dar una imagen desenfadada que se asocia a lo juvenil, prefiere la astucia del aprovechado a la inteligencia o al esfuerzo del buen estudiante.

En estas circunstancias, ¿cómo extrañarse de que nuestros alumnos obtengan calificaciones mediocres en los estudios comparativos de ámbito internacional? Es más popular, y no sólo entre los amigos del barrio, el estudiante que hace gala de ignorar los más elementales conceptos del cálculo o un léxico que vaya más allá de media docena de términos de jerga supuestamente juvenil, que aquel que ha conseguido cierta destreza en matemáticas o en lenguaje. ¿Qué pueden hacer miles de profesores que se esfuerzan en inculcar a sus alumnos el gusto por el saber, o legiones de sesudos expertos ministeriales que debaten cómo mejorar la situación, ante unos minutos de convincente y desenfadada disuasión por parte de personajes públicos admirados por los jóvenes? Se puede y se debe estudiar la organización de la escuela en Finlandia o Japón, que son casos de países con un envidiable nivel educativo, pero quizá las mayores diferencias estén fuera de la escuela y no dentro. En esos países, por poner un ejemplo, es sencillamente inimaginable la sola idea de copiar en un examen, mientras que sabemos que esa actividad ha generado entre nosotros una pujante industria que suscita la admiración de la sociedad adulta.

Quizá muchas de las personas que contribuyen, en muchos casos sin proponérselo, a la buena conciencia de los aprovechados, se les llame "chavales" o de otro modo, confrontadas a los resultados no del todo admirables de nuestro sistema educativo, se muestren preocupadas y comprendan su trascendencia, pero no acierten a establecer relación alguna con lo que dicen cuando hablan de "otras" cosas, como por ejemplo lo muy divertido que es ser joven y no dar golpe.

Cayetano López es catedrático de la UAM y director adjunto del CIEMAT.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Le/importa/alguien/nivel/educativo/elpporopi/20071126elpepiopi_4/Tes